El Papa Francisco a diferencia del mundo actual, subrayó que el cooperativismo tiene un largo camino por recorrer bregando por colocar en el centro de la escena a la dignidad del hombre y de la mujer y no al dinero.
El cooperativismo da como prioridad la defensa de una mejor calidad de vida para todas las personas. Esto es lo que defendemos quienes hemos adoptado el cooperativismo como forma de vida, a la vez que sostenemos que la búsqueda de una sociedad más justa y más equitativa va en línea directa con la búsqueda del bien común en Argentina.
Es necesario establecer vínculos éticos, para que de ese modo los procesos productivos produzcan riquezas pero a su vez también se distribuyan y lleguen a todos los argentinos sin distinción. Y en eso el cooperativismo puede ayudar y mucho.
La importancia del modelo cooperativista es que respeta al ser humano, al medio ambiente, a la diversidad y sobre todo plantea una forma distinta de economía. La economía solidaria, en donde la inclusión de los pequeños y medianos es posible en forma exitosa evitando que la economía quede en manos de algunos poderosos.
Un comportamiento ético, es un comportamiento relacionado con lo que corresponde al bien de la persona y asociado al bien común. Esto contribuye a un cambio de paradigma, sobre todo en este momento, en el que el liberalismo individualista pone al capital sobre las personas, la familia y el trabajo.
El arraigo, el desarrollo local, el federalismo, la soberanía de la familia unida, son instituciones de la sociedad para producir más, mejor y para todos, son valores que el cooperativismo lleva en sus entrañas.
El cooperativismo da esperanza. En ese sentido los jóvenes tienen un papel protagónico, porque da futuro a sus emprendimientos realizados en forma mancomunada y solidaria. En cambio solos, quizás queden condenados a simples sueños
El sistema cooperativo permite reconstruir el tejido social a través del Capital social, y no a través de un capitalismo concentrado y expulsivo de trabajo que no permite la movilidad social, y en la cual, quien es pobre muere pobre.
En cambio, el sistema cooperativo da alternativas: un empleado puede ser empresario, puede convertir a un productor en industrial, etc.
Tanto la ética como el cooperativismo tendrían que tener un gran espacio en la educación argentina porque además de colocar al hombre en el centro de la sociedad y no al dinero, ambos desarrollan hábitos como el respeto y la solidaridad, pilares de una sociedad más justa.
Por Carlos Iannizzotto (Vicepresidente de Coninagro – Gerente Acovi)