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Diario Los Andes, domingo 10 de abril de 2016

Los Centros de Desarrollo Vitícola (CDV) surgen en 2006 en el marco de los lineamientos del Plan Estratégico Argentina Vitivinícola 2020, como estrategia financiada por la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) y el Ministerio de Agroindustria (Minagri), y ejecutada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Actualmente existen 14 centros funcionando y consolidados en los principales oasis de la producción vitivinícola del país, a saber Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta y en Patagonia Norte.

Así, el proyecto, a través de sus 14 centros, asistió, en estos 10 años, a más de 8.000 productores vitícolas mediante distintas estrategias: giras técnicas, parcelas demostrativas, visitas a fincas y capacitación en temas tecno-productivos y socio-organizativos. En cuanto al recurso humano, son más de 70 los profesionales y técnicos involucrados en el proyecto a lo largo del país.

Para José Gudiño, director del Centro Regional Mendoza – San Juan del INTA, los Centros de Desarrollo Vitícola son “un instrumento relevante, en el marco de los proyectos regionales con enfoque territorial, que permite responder a la problemática de los pequeños y medianos productores vitícolas no integrados formalmente a la cadena vitivinícola.

La presencia de los CDV ha permitido, a través de los Consejos Locales Asesores, visibilizar a este tipo de productores, sus demandas y necesidades, permitiendo que diversas políticas de fortalecimiento y apoyo al sector, como el caso de Proviar I o el Operativo Mosto, lleguen también a ellos”.

Asimismo, Mauricio Ortiz, responsable del Programa Pequeños Productores de la Coviar, define a los Centros de Desarrollo Vitícola como “una herramienta fundamental para la ejecución de los proyectos de financiamiento y asistencia técnica, con tecnologías apropiadas al pequeño productor, y para la articulación con más de 200 instituciones públicas y privadas de las políticas que la Coviar implementa en el territorio a través de este programa”.

Por su parte, la ingeniera agrónoma Gabriela Acosta, técnica del primer centro creado en 2006 en el departamento de Lavalle, comenta que “la forma de trabajo de cada centro se amolda al tipo de productor y a las particularidades de su zona y es muy gratificante ver cómo, con el paso del tiempo, los productores van plasmando sus proyectos, mejorando sus fincas e incluyendo a sus hijos en la actividad”.

Finalmente, Adriana Meli, pequeña productora vitícola del Centro de Desarrollo de Tupungato, comentó que para ella el CDV es el soporte técnico pero también el emocional.

“Como productores no sólo necesitamos asesoramiento técnico. Muchas veces dudamos, aflojamos y hasta a veces queremos abandonar ante tantas presiones, económicas, financieras, climáticas, y es allí cuando la gente del CDV te sostiene, te alienta y te hace ver lo bueno que has hecho y que podemos apoyarnos para seguir adelante. Hay un importante trabajo de formación de productores, hay una asistencia técnica de gran calidad, pero también hay un acompañamiento humano, que nos va permitiendo mejorar como productores y como personas”.

Así, y en el décimo aniversario del proyecto, sus miembros ven hacia atrás un período rico en experiencias, aprendizajes colectivos, superación de desafíos y resultados alcanzados, conformes y orgullosos con la tarea realizada. Sin embargo, son conscientes de que queda mucho más por hacer por lo que renuevan el desafío, desde el respeto por la heterogeneidad de situaciones propias de cada territorio, proponiéndose mayores esfuerzos en pos de la integración del pequeño y mediano productor al negocio vitivinícola. Diez años junto al productor y un gran y noble objetivo cumplido.

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