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Transcribimos la opinión de Nicolás Vicchi, directivo de ACOVI, con respecto al rol que puede cumplir el asociativismo para superar la actual crisis vitivinícola.

La integración como herramienta para lograr rentabilidad
Por Dr. Nicolás Vicchi

Dentro de los métodos que pueden emplearse para superar la crisis de la vitivinicultura, la integración entre los productores es una herramienta exitosa que permite el desarrollo y un crecimiento sustentable en el tiempo. El asociativismo genera rentabilidad en cualquier cadena de valor. La rentabilidad se logra cuando discurre por el cauce de la creación de valor compartido mediante modelos de integración horizontal y vertical.

El asociativismo o la integración en “economías de escala” otorgan viabilidad a pequeños y medianos productores dando la posibilidad de rentabilidad y por lo tanto continuidad de la propiedad productiva en manos de la familia. Esto tiene un impacto muy grande en la organización económica de la sociedad, ya que brinda herramientas para generar condiciones de desarrollo local a partir de la independencia que otorga la propiedad de los factores de la producción, condición fundamental para la verdadera libertad económica y base firme para una sociedad que busca el Bien Común.

La vitivinicultura debe aprovechar sinergias y desarrollar las actividades de forma más eficiente, reduciendo los costos de producción, aumentando el poder de innovación y la calidad, y por consiguiente aumentando el valor añadido del producto final. Hablamos de integración social y económica, que permitirá también el desarrollo de las poblaciones rurales.

También consideramos que la forma de progresar y sobrepasar esta vicisitud es mediante el fortalecimiento de las instituciones que forman parte de la vitivinicultura en todos sus niveles y aspectos; estas perduran con el tiempo y son baluartes de políticas de largo plazo. 

Todo orden social y económico se debe edificar de abajo hacia arriba, como todas las realidades. Solo así podrá respetarse en los hechos la iniciativa, la creación y la responsabilidad de las personas y los grupos intermedios. La Coviar es un ejemplo de ello, donde confluyen objetivos que permiten diagramar un norte a través de la articulación pública-privada, generando acciones y herramientas de colaboración y crecimiento para el sector. El exitoso rechazo del impuesto al vino fue una clara y victoriosa aplicación de la unión entre el gobierno y sector privado, logrando evitar que el impuesto interno impactara en un 80% sobre los insumos y en un 60% sobre el precio de planchada generando un grave perjuicio a toda la industria y en especial al productor que termina siendo la válvula de ajuste frente a este tipo de medidas.

Sin políticas de Estado que trasciendan los gobiernos, no hay plan estratégico que resista. Estabilidad, previsibilidad y confianza son intangibles esenciales para el desarrollo de cualquier plan a largo plazo. Culpar a Coviar por la grave crisis que enfrenta el sector es de un grado de desconocimiento y facilismo sobre las reales causas que golpean nuestra industria.

Por otro lado, necesitamos fortalecer lo existente, readecuar y mejorar las falencias a través de la base de un paradigma virtuoso. Hablamos de generar un modelo que incluya valores como la solidaridad y el respeto mutuo, donde el accionar de todos los actores partícipes de esta industria confluyen en la búsqueda del Bien Común. Estos actores son: dirigentes gremiales y empresarios, instituciones y cámaras, productores, bodegueros, trasladistas, comerciantes, ingenieros, enólogos, operarios y políticos.

El modelo de vitivinicultura al cual debemos continuar fortaleciendo se alimenta en la cooperación público-privada. En ese sentido, nuestra experencia es un ejemplo en el país elogiada por muchas Economías Regionales de Argentina. Cualquier matriz productiva debería tener como base de crecimiento un modelo de relación entre el negocio y la sociedad mediante el desarrollo de la integración local. 

Más allá del fortalecimiento de las instituciones, proponemos medidas concretas como una ley de fomento a la integración de la cadena de valor. Necesitamos mecanismos de incentivos (fiscales, crediticios, promoción de mercados, etcétera) para generar acuerdos de cooperación entre las empresas de los distintos niveles de la cadena de valor, alcanzando una economía de escala y aumentando el empleo en el sector agroindustrial que más potencialidad tiene. 

Ojalá la difícil situación que enfrentamos en la industria vitivinícola sea una oportunidad para superar de manera altruista las diferencias existentes y concentrarnos en pensar herramientas que nos permitan crecer y estar a la altura de las circunstancias.

Publicado en Diario Los Andes – Sábado 27-04-2019

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