La vitivinicultura argentina es el fruto de varias generaciones trabajadoras y esperanzadas. El paisaje se transforma cuando la familia viñatera se dispone a recoger el fruto de todo un año. Se estima que en Mendoza unas 30 mil personas se movilizan cada temporada, aunque son aproximadamente 10 mil los trabajadores abocados a la cosecha de la uva; el resto participa en otras labores, en la viña y en la bodega. Como dice el historiador Fernand Braudel, “La viña es sociedad, poder político, campo excepcional de trabajo, civilización…”. Por eso, ahora que estamos en plena vendimia, es un momento propicio para resaltar el valor del trabajo y el esfuerzo.
La historia de un lugar está escrita por el trabajo y las ideas de quienes contribuyeron a forjar su identidad. No es posible imaginar Mendoza sin evocar sus viñedos y bodegas, sin repetir aquella frase de que ésta es la “tierra del sol y del buen vino”. En el viñatero se destaca el trabajo en conjunto: “A partir del trabajo en equipo se debe promover la integración, la representación de todos los productores, la creación de vínculos y la educación profesional, además de difundir el espíritu cooperativo y la solidaridad”, aseguró el Dr. Carlos Iannizzotto en una oportunidad, frente a jóvenes cooperativistas apenas incorporados al mundo del trabajo. “Podemos ser líderes sí sabemos –continuó en aquella ocasión– y, si no sabemos debemos formarnos. Si la persona sabe y además es honesta, si es una persona que se ha jugado por sus principios y sabe escuchar y además se sabe rodear de gente capaz, ése es un líder. El primer liderazgo esta dentro de cada uno, hay que dominarlo como personas y seres dignos que somos”.
Pese al rudo trabajo, las dificultades y los problemas, la cosecha de la uva y la elaboración del vino implicaron siempre tiempos de alegría. Es una satisfacción que emana del trabajo realizado, de la labor de miles de cosechadores que cada año hacen de su trabajo un rito que permite nuestros brindis.