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Un relevamiento mensual realizado por Vinodata, centro de investigación aplicada al mercado y la industria del vino argentino, sobre el IPV (Índice de Precios del Vino), muestra que éste tuvo una variación acumulada promedio, entre febrero de 2023 y el mismo mes de 2024, de 291,6%. Esto significa una diferencia de 15,4 puntos porcentuales por encima de la inflación en idéntico periodo, que alcanzó el 276,2%.

El centro, asociado al Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), informó que los menores incrementos -de 286%- se dieron en la franja de precios que va de los $6.863 a $13.345, mientras las subas más fuertes -de 299%- se observan en la de vinos de más de $19.064; aunque resaltan que el nivel de dispersión es relativamente bajo.

Por otra parte, los dos segmentos de vinos más accesibles estuvieron muy cerca del máximo y por encima del promedio de aumentos en el último año: los que cuestan hasta $2.669 subieron 293% y los que van desde ese valor hasta los $4.575 tuvieron un incremento interanual de 292,1%.

La muestra de vinos utilizada para la estimación del Índice de Precios del Vino (IPV) incluyó, en febrero de 2024, 5.265 etiquetas, que cubren todas las gamas de precios del mercado. El relevamiento se realiza sobre los precios de lista de los vinos comercializados a través de diversas plataformas online. Casi el 78% de los productos incluidos son mendocinos, seguidos por un 6% de Salta y un 4% de San Juan.

Por otra parte, el año pasado, el consumo de vinos en el mercado interno cerró con un 6,3% de caída, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura. Y, en lo que va de 2024 -es decir, en el acumulado de enero y febrero, en comparación con el primer bimestre de 2023-, el descenso ha sido de 4,4%.

El dato positivo es que, en febrero, con respecto al mismo mes del año pasado, los despachos a mercado interno crecieron un 0,7%. En febrero también, la variación del IPV fue del 10% con respecto a enero, unos puntos por debajo del IPC (del 13,2%), mientras que en el primer mes de 2024 la suba había llegado al 37,9%, cuando la inflación había sido de 20,6%. En enero, la disminución en las ventas locales, según los números provisorios del INV, alcanzó el 9,4%.

Fabián Ruggeri, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Acovi), comentó que no tienen la posibilidad de cambiar sustancialmente el precio, pero que, al mismo tiempo, saben que, cuando aumentan, caen las ventas (y tienen que mantener un cierto volumen de despachos). Esto les demanda un permanente “estira y afloje, para poder afrontar los costos y mantener un margen bastante escueto”.

Por otra parte, subrayó que hoy es mucho más económico comprar un vino, que ronda los $2.000 y una botella media cuesta de $3.000 a $3.500, porque es más rendidor y se puede tomar con soda. En cambio, una cerveza cuesta unos $3.000 y una gaseosa puede llegar a los $4.500. Esto, además de que, “la gente que está acostumbrada a tomar vino, quiere tomar vino”, lanzó en defensa de la bebida nacional.

Los datos del Indec, sobre la variación del Índice de Precios al Consumidor, muestran que, en febrero, con respecto al mismo mes de 2023, las “aguas minerales, bebidas gaseosas y jugos” acumulaban un incremento de 365,7% en el Gran Buenos Aires (principal consumidor del país), mientras que las “bebidas alcohólicas” aumentaron un 285,9% en el mismo período y la inflación general fue de 277,1%.

Ruggeri resaltó que hay una “diferencia abismal” entre el precio en la góndola y el que se le paga a los productores. Así, mientras el valor final al consumidor ha tenido aumentos por encima de la inflación, los productores primarios y los fraccionadores no han alcanzado la variación del IPC.

Detalló que el tetrabrik es importado, por lo que su precio varía con el dólar, y que lo mismo sucede con la botella; que el fraccionamiento es una tarea electro y mano de obra dependiente, y que hubo un reacomodamiento fuerte de los salarios de los trabajadores vitivinícolas, al tiempo que se eliminaron los subsidios a la energía eléctrica y el gas para las industrias; y que el aumento en el combustible repercute en la logística, que se ha vuelto muy costosa.

En este sentido, señaló que ha habido subas importantes en todos los costos, que los fraccionadores -el caso de Fecovita- y los despachantes no han podido trasladar al precio del tetrabrik o la botella. En cambio, el canal comercial, advirtió, duplica o triplica el valor. Añadió que siempre que le proponen al Gobierno la creación de una mesa en la que todos los integrantes de la cadena participen, les responden que es una cuestión de privados y que los productores pueden llegar a la góndola.

Sin embargo, resaltó que Fecovita vende entre 18 y 20 millones de litros mensuales, por lo que no les resulta posible distribuir ese volumen por sí mismos, sin el canal comercial de mayoristas y supermercados; más allá de que cuenten con sus propias sucursales, en las que venden a los distribuidores. Por otra parte, planteó que los supermercados pagan a 90 días, con una entrega a 30 días más, lo que lleva el plazo a 120 en total, que no han querido acortar, aunque hayan suspendido las ventas.

Diario Los Andes nota

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