El sábado 7 de marzo se realizó el tradicional desayuno de la Coviar en el Hotel Hyatt de Mendoza, ocasión que fue escenario para que la industria vitivinícola, en plena crisis, planteara sus reiterados reclamos a funcionarios nacionales y provinciales.
Fue la presidenta de la Coviar, Hilda Vaieretti, quién señaló en su discurso la difícil situación que atraviesan desde hace meses los pequeños y medianos productores vitivinícolas, así como las pequeñas y medianas bodegas.
A su vez, la cooperativista de la Coop. Norte Mendocino pidió un tratamiento diferenciado para las economías regionales, tan afectadas por la alta inflación y los problemas de competitividad derivados de las políticas económicas nacionales.
A continuación, replicamos el discurso completo:
VISIÓN ESTRATÉGICA DE LA VITIVINICULTURA ARGENTINA – VENDIMIA 2015 – DISCURSO HILDA WILHELM DE VAIERETTI
“Hoy los viñateros atravesamos una situación insostenible, que nos llena de tristeza, angustia y desazón. El precio que recibimos por nuestra uva, el mismo en pesos que hace cuatro años, no nos alcanza para cubrir los costos, lo que nos lleva inexorablemente a la desaparición. Hoy, todas las protestas son válidas. Todas. Tan grave es, que hay daños que ya no podrán ser reparados.
La vitivinicultura entera pasa por una inédita situación de gravedad, cuyo principal síntoma es la acumulación de stocks que incide negativamente en el precio de la uva y del vino, y su consecuencia, la baja rentabilidad de los eslabones productivo e industrial de la cadena.
La inflación y el valor del dólar con el que se retribuyen las exportaciones, son sin dudas las principales causas. En condiciones normales de competitividad: No sobra ni un productor, ni una hectárea de viña, ni un grano de uva, ni un litro de vino. Ni una sola bodega.
Sin inflación y con un dólar competitivo esta misma vitivinicultura no tenía un litro de excedente -de hecho en el año 2010 tuvimos que importar vino-, crecían las ventas en el exterior a dos dígitos y se mantenía y crecía el mercado interno. Hasta el año 2008 fuimos el primer exportador mundial de mosto, y vendimos al exterior cerca de 100 mil toneladas de uva en fresco y pasa de uva. No estamos solicitando una solución como la devaluación de 2014 que NO mejoró nuestra posición porque la inflación devoró rápidamente toda ventaja competitiva. Estamos solicitando un tratamiento diferencial para las economías regionales.
Hasta no hace mucho tiempo, casi el 50% de las uvas que producimos se comercializaban en el exterior, transformadas en vino, mosto, uva de mesa y pasa de uva. Para lograrlo, no aumentamos la producción, aumentamos la calidad. Pero la disminución de las exportaciones, entre otras causas, ha generado excedentes que perjudican gravemente al productor de uva y a la bodega. Mientras tanto nuestros competidores internacionales siguen creciendo en un mercado creciente.
En cuanto a la política vitivinícola, no se cumplió con el objetivo acordado por los gobiernos provinciales de mantener 4 meses de stock, como una forma de preservar los equilibrios del sector.
Los intentos por paliar las graves consecuencias de esta actual política económica, no alcanzan y llegan tarde, lo que no implica que hoy no sean necesarios y urgentes: pero jamás la solución. Esta noble actividad no imagina, ni pretende depender de subsidios, operativos complejos de dudoso o nulo impacto, está acostumbrada al esfuerzo, a la innovación y a competir con los mejores del mundo.
Como miembros de una entidad que integra al sector público y privado, no planteamos enojosas e inconducentes discusiones sobre responsabilidades personales de los actuales gobernantes, señalamos con énfasis el viraje en estos últimos años hacia políticas equivocadas para las economías regionales, y reclamamos con energía su cambio.
Nuestra tarea de conseguir mercados en el país y fuera del él, la veníamos cumpliendo con éxito. Sin embargo, como sector, no podemos decir lo mismo en cuanto a la distribución de la renta.
En primer lugar con el eslabón que vende nuestros productos al público, quien se queda con una porción exagerada e injusta del esfuerzo que realizamos en común.
Estamos convencidos que la alternativa para el pequeño viñatero es la integración. El objetivo de que nuestros viñateros reciban una retribución justa por su esfuerzo, el precio de la uva y el vino, que es la única forma genuina y real de integrarlos, no se está cumpliendo.
La presión impositiva en el sector, alcanza hoy niveles casi asfixiantes. Es imprescindible una revisión de la legislación tributaria, sobre todo considerando las bebidas industriales con las cuales competimos, de alta concentración, de baja incidencia de mano de obra y valor agregado.
Invitamos al sector público y a todos los integrantes de nuestra actividad, a aunar esfuerzos para salir rápidamente de esta gravísima situación, para lo que es condición absolutamente necesaria introducir urgentes modificaciones en la política económica, tendientes a disminuir drásticamente el índice inflacionario y recuperar un tipo de cambio competitivo, imprescindible para la subsistencia de las economías regionales.
Sin esto no habrá vitivinicultura, sin vitivinicultura que es trabajo, cultura y esfuerzo de muchos argentinos no habrá paz social.
La vitivinicultura tiene tres insumos básicos: tierra, agua y trabajo. Hemos construido en varios siglos un modelo de producción y distribución, que puede no ser perfecto, pero que tiene importantes características que la identifican:
Tener una multiplicidad de actores, desde el obrero de viña hasta el enólogo de los vinos que nos representan en el mundo.
Ser la actividad que mayor cantidad de mano de obra directa e indirecta genera en la región, donde pueblos enteros viven en torno a la vitivinicultura.
Ser una actividad económica, cultural y turística que sirve para identificar, calificar y agregar valor a la región. Los vinos argentinos tienen nombre propio en la dura competencia que ese mercado mundial plantea.
Tenemos conciencia de que solo somos una parte de la matriz productiva, y que en la competencia por los recursos escasos como es el agua hay otras alternativas que, cual canto de sirena, proponen rápidas ganancias para actividades meramente extractivas.
Es buena y necesaria la diversificación, pero que sea sobre actividades generadoras de mano de obra, y sobre todo sustentables. La vitivinicultura llegó a estas tierras hace quinientos años, y acá estamos, creciendo, generando cultura, trabajo… si nos dejan.
Nuestra responsabilidad es la de vislumbrar futuras oportunidades, crear mercados nuevos, analizar el comportamiento de otros países y otras bebidas. Desde esta perspectiva conseguimos la declaración del Vino Argentino Bebida Nacional, que hoy parece olvidada y desplazada en la consideración de las autoridades, por bebidas industriales de capitales multinacionales que se arrogan ser símbolo de lo popular. Desde este lugar continuaremos gestionado incansablemente la Ley de Uso de Jugos Naturales.
Nos proponemos, sostener nuestro mercado interno, ganar mercado externo e integrar a nuestros viñateros a la cadena de valor. No somos organizadores de protestas, pero toda construcción sólida es sobre la verdad, y la verdad de nuestra actividad hoy, es la que hemos dicho con dolor en este desayuno.
Hace un año todos sabíamos que no sería un año fácil. Las dificultades económicas ya se mostraban a través de algunas señales, pero ni los pronósticos más pesimistas hablaban de la profunda crisis que hoy nos envuelve. Somos la vitivinicultura, noble actividad de la tierra, no nos tiemblan las piernas cuando aparecen las nubes negras, que traen la piedra. Estamos firmes, estamos de pie… La vitivinicultura somos todos, juntos tenemos que llegar al futuro próspero que imaginamos…”