Jorge Miguel Galotta, Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Pontificia Universidad Católica Argentina, visitó la Provincia de Mendoza para dar una conferencia sobre la sustentabilidad de la ruralidad y los aspectos a trabajar para revertir el problema.
Galotta, quien además es Médico Veterinario, diplomado en la Universidad de Buenos Aires, y Magíster en Anatomía y Fisiología Veterinaria, es miembro de Sociedades Científicas y, desde el 2006, es parte de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Anatomía. En un mano a mano, el decano de la UCA manifestó su punto de vista con respecto a la despoblación de la ruralidad y la nueva modalidad de Inseguridad en las poblaciones rurales argentinas.
Existe un gran bagaje de temas y conceptos en la sustentabilidad rural. ¿Qué conceptos se pueden agregar?
Además de toda la nueva normativa a nivel municipal que se está viendo en Buenos Aires o a nivel de leyes de alcance nacional, en realidad en lo que hay que avanzar es en educación. Lograr que las personas comprendan la utilidad es, te diría, una forma de vida sustentable que no pasa solamente por utilizar papel en vez de plástico, sino que tiene que ver con toda la vida cotidiana. El concepto es no ser consumista, si se quiere decir de alguna manera muy sencilla, de vivir con lo que se necesita y no consumir por el solo hecho de consumir.
Está también el hecho de la ‘despoblación’ de la ruralidad, se ha ido desvalorizando el hecho de quedarse en el campo, ¿Existe alguna esperanza de revertirlo o es irreversible?
Es un proceso que se está dando. Se responsabilizó, sobre todo en el área pampeana, al avance de una agricultura totalmente intensiva con monocultivo. Y en realidad no es tan así. Creo que como todo proceso complejo, posee un montón de fenómenos y que es posible que ese haya sido uno de los factores que actuó.
Sin embargo, creo que progresivamente la gente entendió que necesitaba otras cosas, con una mejor salud, una mejor educación, una mejor comunicación. Y el ámbito rural se fue despojando de esas integridades. Hoy las personas quieren estar comunicadas pero en la medida que las antenas no lleguen a las zonas donde ellos viven, en la medida que la electricidad se corte con cada tormenta o en la medida que no tengan un camino decente, las personas empiezan a dudar de seguir viviendo en el campo.
El tema de la inseguridad también. Hay grandes problemas en el campo, no casos que involucren muerte pero hay graves casos de violencia. La gente tiene miedo de estar solo, o vivir solo en el campo.
¿Y cómo se pueden revertir?
Primero que nada hay que empezar a entender cuál ha sido el motivo real del cual el campo se ha ido despoblando. Las nuevas generaciones se han ido ‘deseducando’ (sic) porque el campo implica una serie de capacidades. El que vive en la ciudad está acostumbrado a comer una masita, una tortita todos los días pero en el campo está a 38 km la panadería más cercana y debe acostumbrase a no tener esas comodidades. Hoy ningún joven sabe hacer una carneada o una huerta o cuidar animales. Esas capacidades las obtienes al vivir en la ruralidad.
Sin embargo, en países desarrollados han planteado la vuelta al campo…
Sí, creo que hay valores muy interesantes. Es una forma de vida que si la gente lo experimenta, adhiere todo, en el trato cotidiano. Es lo que se rescata, la buena familia, buena vida, el aire puro. Pero nosotros ofrecemos un trato distinto. En el ámbito urbano no se saluda a cualquiera con un “buen día” o “buenas tardes”, se ha perdido hasta eso. Escuchar a la otra persona, darse tiempo.
¿Qué pudo ver en la visita a Mendoza?
Lo más interesante es el compromiso para llevar algún tipo de cambio en estos temas. No tienen los brazos abajo y hay ganas de trabajar en el tema, de que la ruralidad tenga más trabajo y futuro.