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Por el día del niño, queremos compartir unas palabras de María Dolores Miranda, de Fundación Pilar, sobre la felicidad de los más pequeños y algunas claves para lograrlo. Así veremos una sonrisa pura y una mirada chispeante por la esperanza del mañana.

“Niños felices para fortalecer el futuro”

Por María Dolores Miranda – Orientadora Familiar – Fundación Pilar

El niño desde el seno de su madre presenta características que atribuyen a su ser la connotación exacta de que es una persona. Esto implica un proceso en el cual se realizan cambios biológicos en forma permanente, hasta llegado el noveno mes, en que se cumple el tiempo debido para nacer. Desde esta perspectiva, el niño comienza a desarrollarse desde la fecundación. En esta etapa llamada pre-natal se encuentra cuidado, protegido y alimentado por su madre, en el más íntimo de los contactos.

Cuando nace, continúa su crecimiento pasando por las distintas etapas: infancia, niñez, pubertad, adolescencia y la etapa adulta. Este proceso de crecimiento lleva consigo la impronta de alcanzar un  desarrollo pleno, en relación con su temperamento, el ambiente, la crianza, los afectos, que redundarán en la personalidad lograda.

Es importante, al momento de su nacimiento, que el vínculo materno sea el adecuado, rodeado de afecto, atención y cuidados nutricios. No menos, la presencia del padre también es tan necesaria como la de la madre. Inician, junto con el hijo, la vida familiar a la que deberán adaptarse. Entre las caricias, juegos y crianza, el niño satisfará sus necesidades. Del vínculo dependerá su realización personal. Determinará luego la calidad de las relaciones interpersonales sociales y afectivas, reafirmando a su vez, cada una de las etapas evolutivas.

La confianza en sí mismo, autoestima, autenticidad, adaptación, tolerancia y autonomía, entre otras, serán producto de la relación instaurada con sus progenitores. El rol del padre y de la madre tendrá un gran impacto en su crecimiento. Es por ello que la figura de padres presentes, afectivos, comunicativos, empáticos, participativos, respetuosos y respetados, etc, contribuirán positivamente durante toda su vida.

Se necesitan “niños felices para fortalecer el futuro”.  ¿Cuál es la clave? Brindarles seguridad. Ella se establece cuando existe una “familia” que los contiene y les ofrece no solo la cobija y el alimento, sino fundamentalmente el vínculo ideal para crecer sanamente. Viviendo, además, las virtudes que se constituyen en un hogar donde impera, como fundamento, la consigna del valor por la vida humana. Con esto,  nada puede escaparse de la sonrisa pura del niño y de su mirada chispeante que refleja la esperanza del mañana.

 

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