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Como una nueva acción dentro del programa de Responsabilidad Social Corporativa, y en la previa al día del niño, la Fundación Pilar junto a Acovi, analizan los aspectos a considerar dentro de las etapas de crecimiento del niño. Las ilusiones en la niñez, el aprendizaje, el amor y el estar presentes para guiarlos en su camino.

Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones”

 Antoine de Saint Exupéry

La niñez, también llamada infancia, es una  etapa básica en el desarrollo de la persona que tiene un comienzo y un fin. En ella convergen grandes progresos para su crecimiento sano y eficaz. Todo influye en el mundo infantil, para ello la presencia de los padres es fundamental. Lo que se les transmite a los hijos deja en ellos huellas imborrables.

El apego, en los primeros años de vida, como el cariño, cuidado y educación deben estar presentes a la hora de ser padres. Para el niño es importante el rol dedicado de la madre pero también lograr el vínculo afectivo con el padre es decisivo para crecer seguros de sí mismos.

En la primera infancia, entre los tres y seis años, los niños comienzan a relacionarse con sus pares, despliegan su motricidad, se tornan más independientes.  La creatividad se hace presente en los juegos y su  imaginación escala hacia lo alto. Por eso es imprescindible acompañarlos respetando esta etapa, en la que la imaginación juega un rol importante. Proporcionarles entonces,  actividades donde puedan aprender jugando y recrearse aprendiendo. La lectura, el cuento, las fábulas, el juego, pueden aportar valores significativos para enseñarles un comportamiento concreto, dentro de los parámetros de la edad.

En la segunda infancia, entre los seis y doce años, sus amigos y compañeros de la escuela juegan gran importancia, se identifican con ellos. Desarrollan el auto-concepto y la autoestima, a nivel cognoscitivo se observa grandes adelantos, se manifiesta la capacidad atlética. Es el momento de enseñarles el trabajo en equipo, la actitud de aprender a superar los desalientos. Saberse que se puede salir adelante. Para ello se aconseja la práctica de un deporte, estimularlos a participar de campamentos y buscarles los medios para desarrollar dotes artísticos, si los tuviesen.  También, los  momentos compartidos con la familia y amigos proporcionan alegría, empatía, comprensión, participación, atención y dedicación.

Un niño feliz, se siente querido, amado y aceptado dentro del calor del hogar.  Es la llama que no se  consume, porque está sustentada por el amor de los padres que debe ser afectivo y correctivo. Conocer de sus necesidades, no sólo implicará la calidad del tiempo compartido, es necesario el tiempo vivido. Estar presentes para guiarlos es una tarea fundamental para su crecimiento.

El mundo de los pequeños es fascinante, dependerá de los adultos qué pueden brindarles para que su castillo imaginario no se derrumbe repentinamente sino que vaya transformándose de a poco,  junto con su crecimiento progresivo. Dejarlos que vivan cada etapa en las edades que correspondan, los ayudará apreciar y aprender, en cada ocasión lo debido. Y será un valioso aporte para educarlos en libertad.

¿Quién de los adultos no se atrevería a cerrar sus ojos y trasportarse al baúl de los recuerdos?, seguramente se llevaría la sorpresa de encontrar momentos que parecían olvidados, pero que aún laten en el corazón. Pues, permitirles que ellos tengan esa oportunidad.

OF Dolores Miranda de Peñaranda

Fundación Pilar

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