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Por Dr. Carlos Iannizzotto -Vicepresidente Nacional de CONINAGRO- Productor vitivinícola – (Fecovita)

Luego de un semestre cargado de agua con la aparición de El Niño en casi todo nuestro territorio llega, para los meses de agosto y setiembre, La Niña, conocida por sus efectos contrarios, es decir la probabilidad de una importante sequía en nuestros campos.

Durante los primeros meses de este año, El Niño causó numerosos cambios en el clima e intensos días de lluvias que perjudicaron y cambiaron el clima de las regiones productivas argentinas.

Luego de que actuara El Niño con incremento en las temperaturas y lluvias, ahora se espera La Niña. Donde se produjeron altas temperaturas e inundaciones, ahora tienden a registrar sequías, es decir una situación inversa.

Como se viene expresando en todo el mundo, el clima está cambiando debido al calentamiento de la Tierra, y estas modificaciones pueden afectar a la salud humana de diversas maneras y también desorganizar los ecosistemas de producción de alimentos y aumentar la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos.

Según la Organización Mundial de la Salud, el empobrecimiento o degradación de las tierras está causado por múltiples fuerzas, en particular las condiciones climáticas extremas, sobre todo la sequía, y las actividades humanas que contaminan o menoscaban la calidad de los suelos y la utilidad de las tierras, con lo cual perjudican la producción de alimentos, los medios de ganarse el sustento y la producción y suministro de otros bienes y servicios de los ecosistemas.

Ante esta realidad que se vive, el campo argentino, el productor, no pueden depender más de estas condiciones o sufrir mientras esperan que el clima a su antojo defina su futuro. La problemática que afecta el sector productivo es grave luego de que miles de hectáreas quedaran bajo el agua por las inundaciones.

La horticultura y el tabaco no quedaron al margen de los problemas climáticos. En Corrientes, los ganaderos tienen un futuro con altibajos por el exceso de precipitaciones; falta de pasto por pudrición y, en consecuencia, mortandad de animales. En Entre Ríos, el panorama no es mejor; en cuanto al arroz, la merma de producción la estiman en 30% (de 1,3 millón de toneladas, estiman que caerá a 1 millón). El 63% de la industria arrocera está en esa provincia. Esta merma tanto de producción como de precio traerá problemas sociales importantes.

Los productores de granos en general sufrieron el exceso de lluvia que trajo problemas de cosecha con alta humedad, lo cual trae aparejado aumentos de costos por secado, baja calidad y grano brotado, además de problemas de caminos y pérdidas de pasturas.

Para el sector lechero en zonas de Santa Fe, el fenómeno del clima por las lluvias fue un golpe mortal. La soja venía bien hasta marzo y luego las lluvias hicieron que se perdiera el 50%. Pérdida de calidad y de peso (21 días de lluvias) y 30% en pérdida de la producción.

El cambio de clima y La Niña preocupa a los profesionales y técnicos que trabajan el campo, no solamente por el efecto directo de las inundaciones sino también el deterioro del suelo, la pérdida de pasturas y de la diversidad general del ecosistema. Esta recuperación del campo para su explotación tardará varios años.

En la vitivinicultura, la muy baja cosecha también se reflejó con factores climáticos adversos que atacaron durante todo el proceso de crecimiento y desarrollo de la planta con heladas, lluvias y bajas temperaturas en meses cálidos, que retrasaron la maduración. También granizo y exceso de lluvias.

El sector agropecuario sigue insistiendo con la aplicación de seguro multirriesgo.  Una herramienta necesaria que se destina en el mundo con un fuerte apoyo al productor y a la ruralidad. Si un productor no está en condiciones de sostenerse con el tema precios, no posee una comercialización adecuada y no tiene asegurado el tema climático, es muy probable que esté bajo una actividad económica que va a declinar, porque la producción en cualquier región de nuestro país no se puede movilizar con tantos riesgos.

La actividad núcleo de la agroindustria argentina este año ha tenido muchas pérdidas por las consecuencias del clima.

Tambos y campos con bajas y mermas aproximadas a los 10.000 millones de dólares, al igual que otras economías regionales que están totalmente debilitadas.

Bajo la aplicación del seguro al productor se podría avanzar en acciones concretas para el campo argentino y generar un empujón de magnitud a la producción. De esa manera ayudar al trabajador del agro con una solución al clima.

Con esta modalidad de cobertura de seguro, está comprobado que el productor apuesta a producir más, y eso es más ingreso para el Estado en toda la actividad económica.

Por lo tanto, la ecuación de muchos países desde el punto de vista fiscal produce superávit. Un productor, al tener asegurado el riesgo climático, invierte mucho más y sus productos rinden el doble.

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