Por Fabián Agostini, profesor de historia y vicepresidente de la Junta de Estudios Históricos – Filial Maipú. Gerente de MUVI, Mutual Vitivinícola.
Un día como hoy, pero en 1816…
1816 es un año clave en nuestra historia. Las revoluciones independentistas han sido sofocadas. Napoleón Bonaparte ha sido derrotado y Fernando VII ha vuelto al trono. El ejército realista avanza exitoso sofocando los focos insurgentes. La única que queda en pie es la del Río de la Plata. Pero ésta también peligra, el ejército del Norte es derrotado en la batalla de Sipe Sipe lo que implica la pérdida definitiva del alto Perú y la noticia de que una expedición de 10 mil soldados avanza hacia el Río de la Plata inquieta los ánimos.
La gran esperanza es el gobernador intendente de Cuyo “José de San Martín” quien luego de asumir en 1814 comenzó la creación del ejército de Los Andes.
Esta obra ha sido una tarea por demás compleja. En un lugar remoto, con escasos recursos, sin milicias ni tradición guerrera, se produjo el “milagro” se encuentra en pie de guerra un ejército bien formado y abastecido listo para entrar en acción. ¿Cómo se logró esto podríamos preguntarnos? Sin dudas por el liderazgo y el genio militar de José de San Martín, pero sobre todo por la entrega el sacrificio y el “espíritu de cooperación” y “solidaridad” del pueblo cuyano.
“La mayor parte del ejército – como explica Edmundo Correas- hombres, armas, caballería, vituallas, ropas y diversos pertrechos fue de origen cuyano. Todo Cuyo estuvo al servicio del ejército, incluso indios pehuenches y negros esclavos. Más de 700 operarios trabajaron día y noche en la maestranza que dirigía Fray Luis Beltrán, en el molino de Tejeda, en la fábrica de pólvora de Alvarez Condarco y cientos de mujeres y muchas monjas de Mendoza, San Juan y San Luis tejían ponchos, y cosían ropas para los 7000 hombres que llegó a tener el ejército, incluso los milicianos, boyeros, herradores, barreteros y baqueanos. En septiembre se concentró el ejército en el campamento del Plumerillo, ya que hasta entonces estaba alojado en cuarteles, conventos y casas de familia de la ciudad…
Todos los cuyanos respondieron al reclamo de San Martín, incluyendo algunos niños. Todos dieron algo, unos dinero,…y las más diversas cosas. Impresiona la lista de donaciones de mujeres sanjuaninas y puntanas. Ya en vísperas de la partida, del paso de la cordillera, que era lo único que le hacía perder el sueño a San Martín, le escribió a Godoy Cruz que le faltaba tiempo, dinero, salud, “pero estamos en la inmortal provincia de Cuyo y todo se hace. No hay voces ni palabras para expresar lo que son estos habitantes.”
Pero San Martín sabe que no podremos estar tranquilos hasta no terminar con los realistas en Chile y Perú. Para poder llevar la libertad a otros pueblos primero debemos ser independientes nosotros, por ello promueve permanentemente la realización de un Congreso que dé el gran paso.
Cuyo está entre las primeras jurisdicciones que eligen diputados. Mendoza da su representación a Juan Agustín Maza y Tomás Godoy Cruz; San Juan, al domínico Justo de Santa María de Oro y Francisco Narciso de Laprida, y San Luis, a Juan Martín de Pueyrredón, quien hasta pocos meses antes, y desde fines de 1812, ha vivido allí como desterrado.
Godoy Cruz, que a la postre será el más joven de todos los congresistas, es síndico procurador del Cabildo, ha facilitado su casa para instalar una fábrica de pólvora y se muestra generoso para contribuir con sus bienes a los gastos militares. En el Congreso será el exponente del pensamiento sanmartiniano, a él escribe San Martín en abril de 1816:
¡Hasta cuando esperaremos declarar nuestra independencia! No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos.
¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos. Esté V. seguro que nadie nos auxiliará en tal situación y por otra el sistema ganaría un cincuenta por ciento con tal paso, ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Vamos a decirlo claro, mi amigo; si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito [Fernando VII].
Finalmente llegó el 9 de julio era martes y el sol brillaba en Tucumán. La sesión comenzó a las dos de la tarde. Bajo la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el secretario, Juan José Paso, preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”. La propuesta fue aprobada por aclamación. El Acta de Independencia declaraba “solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueran despojadas e investirse del alto carácter de nación independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.
Reflexionar del pasado para aprender
Los hechos del pasado sin reflexión son completamente inútiles sino sacamos una lección y no ponemos en acto sus enseñanzas.
Hoy, como en gran parte de nuestra historia, atravesamos un contexto de profunda crisis, de guerras en el mundo, de pobreza, exclusión y marginalidad. Los liderazgos efectivos y éticos no existen, los discursos demagógicos y oportunistas han desilusionado y los permanentes hechos de corrupción desalientan la participación política.
Entonces nos preguntamos ¿tenemos esperanza? Seguramente, para ello tenemos el ejemplo y el camino marcado por nuestros antepasados: “Cooperación y solidaridad”, “Liderazgo y ética”.
La cooperación “es el resultado de una estrategia de trabajo conjunto” que se vale de una serie de métodos para facilitar la consecución de un objetivo”, solos no nos salvamos, en un mundo concentrado donde interesa que “solo seamos consumidores”, urge la organización de la comunidad, de los actores políticos, sociales y también de los económicos.
¿Somos realmente independientes? El debate sigue abierto, mientras se siga cuestionando “la independencia de la economía argentina”, que no ha logrado una matriz exitosa en su estructura productiva, tecnológica y conceptual.
La independencia económica hoy plantea organización frente a los grupos concentrados, “Cooperación y solidaridad”, valores que nos enseñaron nuestros antepasados, fundantes de la argentina son conceptos claves. Los cuyanos dieron sobrados ejemplos y nos dejaron un mensaje esperanzador, nos demostraron que se podía.
El movimiento cooperativo es un heredero de esos conceptos, que renueva fuerzas y apuesta a la integración, al trabajo y la generación de empleo. Como en los tiempos de la independencia, apuesta al valor de los hombres, a su dignidad, a su capacidad de organización y a su disposición al sacrificio en pos de un pueblo que alcance la felicidad por el esfuerzo y los objetivos cumplidos.
Con el ejemplo y el camino marcado por todos esos héroes olvidados, que un día decidieron el nacimiento de esta Nación, sigamos construyendo un futuro libre, justo y soberano.